Vivir en Emilia-Romaña durante seis meses ha sido, sin duda, un privilegio. Y no solo por la cultura, la comida o los paisajes, sino por algo que no esperaba: lo fácil que es moverse.

Desde Bolonia, que funciona como un auténtico epicentro logístico, viajar por Italia resulta sorprendentemente sencillo. Su estación central conecta con prácticamente todo el país, y los trenes de alta velocidad te llevan a Milán, Florencia o Roma en apenas un par de horas. También hay una amplia red de trenes regionales, perfectos para escapadas más tranquilas y económicas, que me permitieron descubrir muchas ciudades sin complicaciones. Así fue como terminé desayunando pizza en Nápoles, caminando por las Dolomitas o viendo un atardecer de ensueño en Roma.

Y no todo se limita al tren. Aeropuertos como los de Bolonia, Parma o Rímini hacen que viajar por Europa también sea fácil y accesible. Además, compañías como FlixBus ofrecen una alternativa cómoda y asequible para trayectos dentro y fuera de la región.

En realidad, no es solo Bolonia: toda Emilia-Romaña está estratégicamente ubicada y cuenta con infraestructuras que la convierten en una base perfecta para recorrer Italia sin complicaciones.

En resumen, vivir aquí ha sido como tener un mapa abierto todo el tiempo y la libertad de lanzarse a viajar sin necesidad de grandes planes, y casi siempre de forma low cost.